lunes, 25 de febrero de 2008

Que sera poder atomico??? Quizas esto...

La bomba arrojada sobre Hiroshima por el "Enola Gay", un B-29, poseía tres metros de longitud y un peso de 3.600 kilogramos. Estalló a 580 metros de altura. La discusión nunca será cerrada definitivamente. ¿Fue necesario el uso de los fatídicos artefactos nucleares sobre las ciudades japonesas atestadas de civiles indefensos? Los bombardeos convencionales de la fuerza aérea norteamericana sobre Tokio, u otras urbes japonesas, eran demoledores. Se empleaban bombas incendiarias. Muchas casas de madera eran adecuado pasto para los dragones del fuego que, así, rápidamente trituraban miles de hogares y personas. Para algunos, el efecto devastador de los bombardeos convencionales habría obligado al Japón a su rendición en unos pocos meses. Pero se decía que la invasión terrestre sería la única forma efectiva para doblegar a un todavía orgulloso imperio del sol naciente. Las bajas norteamericanas en esa operación se estimaban entre 25.000 a 46.000 soldados. Pero hoy resultan más nítidas otras razones para el uso de la sanguinaria pirotecnia radioactiva. La explosión de las bombas atómicas era un mensaje para la Unión soviética, una señal para que los soviéticos advirtieran el creciente poderío militar norteamericano y para que pusieran un freno a sus posibles planes de expansión en Europa del este.

El Infierno de Dante acaba de abatirse sobre Hiroshima. Yamaoka Michikio, una niña de 15 años que estaba a 800 metros del hipocentro de la bomba en Hiroshima, lo describió así:

Oí un leve ruido de motores de avión al acercarme al río...Y entonces ocurrió. No se oyó nada. Noté algo muy extraño. Muy intenso. Noté colores. No era calor. No se podía decir que fuese amarillo pero tampoco azul. En aquel momento pensé que yo sería la única en morir. Y me dije "Adiós, mamá". Dicen que soporte temperaturas de siete mil grados centígrados...Nadie de los estaba allí parecía un ser humano. Hasta aquel momento creía que eran bombas incendiarias lo que habían lanzado. Todo el mundo estaba estupefacto. Todos parecían haber perdido la facultad del habla. Nadie podía gritar de dolor aunque estuviesen envueltos en llamas. Nadie gritaba que se abrasaba. Mis ropas ardían y también mi piel. Toda hecha jirones. Me había hecho trenzas pero ahora mi pelo parecía la melena de un león. Había personas, que apenas respiraban, que intentaban volver a colocarse los intestinos que se les habían salido. Personas con las piernas arrancadas de cuajo. Decapitadas. O con la cara quemada e hinchada de tal manera que resultaban irreconocibles. Lo que yo vi fue un verdadero infierno.

Muchos de los heridos que seguían en pies se habían quedado ciegos, con las pupilas, los iris y las corneas quemados. Vomitaban sangre y pus. Los brazos y las espaldas eran una pura llaga. Y lo más terrorífico era que tenían que ocuparse de los cuerpos abrasados de sus familiares, vecinos y compañeros de trabajo. No había precedentes para semejante acto de guerra, que rebasaba todos los límites de la capacidad destructiva de la tecnología conocida hasta entonces.

La bomba mató a unas 140.000 personas en el acto. Esta cifra no incluye a quienes murieron días, meses o años después, ni tampoco a los "bebes-pica", que luego nacieron con malformaciones debido a la exposición del útero a la radiación. No todos los muertos fueron japoneses. Había prisioneros de guerra americanos en la ciudad en el momento de estallar la bomba. Los prisioneros de guerra que sobrevivieron a la explosión fueron linchados en las calles, inmediatamente después, por la multitud enfurecida que los apaleó hasta la muerte, mientras la policía militar lo observaba. También murieron decenas de miles de obreros coreanos, que trabajaban prácticamente como esclavos en la ciudad. Sus gritos de socorro fueron ignorados por los japoneses.

Tras el lanzamientos de las bombas, el gobierno japonés aconsejó a la población que vistiese prendas de color blanco en lugar de oscura, dando a entender que esa sencilla medida los protegería en el caso de un nuevo ataque. Por lo demás, guardaron un extraño silencio acerca de la magnitud de la destrucción. Este silencio se mantuvo hasta 1952. Las fuerzas de ocupación americanas prohibieron los comentarios sobre los bombardeos, y ordenaron la destrucción de todas las fotografías. La información acerca de la devastación nuclear no hubiese predispuesto a Japón a abrazar la democracia y el liberalismo que las fuerzas de ocupación americanas ensalzaban.


http://www.temakel.com/ghhiroshimanagasaki.htm#HIROSHIMA.%20Galería%20de%20imágenes

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